Un poco de historia

El pan ha sido un alimento indispensable que a través de los siglos ha nutrido a los hombres de todo el mundo. Dentro de la gastronomía mexicana, la panadería tiene un lugar muy importante. Es una industria que, no sólo ha representado una gran fuente de trabajo, sino también es parte del desarrollo artesanal y empresarial de gran número de mexicanos.



El pan es herencia de civilizaciones milenarias. En América, desde tiempos prehispánicos, ya se elaboraban tortitas de maíz para usos ceremoniales en ofrendas al dios Tláloc, junto con pequeños panes de harina de amaranto revuelta con miel.

El trigo fue traído a América por los conquistadores españoles. En un inicio, el pan de trigo era sólo para ciertas clases de la Nueva España, sin embargo poco a poco comenzó a ser consumido también por las clases más populares. En las panaderías se elaboraban panes de sal, como el francés, el birote, el español y los pambazos; y de dulce, hechos de hojaldre, como campechanas, condes y banderillas estilo francés, y de ellas salían los repartidores con el pan acomodado en un gran cesto que cargaban sobre la cabeza para ofrecerlo por las calles.

Durante el Porfiriato la panadería y pastelería francesa fue la favorita, entre los parroquianos de las cafeterías de la ciudad de México. Ya para los años veinte, en provincia aparecieron vendedores con canastos cubiertos.

Fue así, como México comienza a dar sus primeros aportes al mundo de la panificación con la invención de cientos de variedades dulces del alimento y con la invención de la pieza individual.

Ya sea de dulce, de cuyo sabor existen en el país unas mil 200 variedades, o de sal, que suman unos 400 estilos; el pan mexicano es orgullo y símbolo de la riqueza de México.